segunda-feira, 25 de janeiro de 2010



Colhe e leva esta pequena flor, não demores!
Receio muito que ela se incline e desfaleça na poeira.
Talvez ela não encontre lugar na tua grinalda;
honra-a, porém, com um toque dorido da tua mão
e colhe-a.
Receio muito que o dia termine antes que eu o
perceba, e que passe a hora da oferenda.
Embora não seja intensa a sua cor e seja débil
o seu perfume, serve-te assim mesmo desta flor
e colhe-a enquanto é tempo.

R. Tagore

2 comentários:

  1. ERA dura la patria allí como antes.
    Era una sal perdida el oro,
    era
    un pez enrojecido y en el terrón colérico
    su pequeño minuto triturado
    nacía, iba naciendo de las uñas sangrientas.

    Entre el alba como un almendro frío,
    bajo los dientes de las cordilleras,
    el corazón perfora su agujero,
    rastrea, toca, sufre, sube y a la altura
    más esencial, más planetaria, llega
    con camiseta rota.

    Hermano de corazón quemado,
    junta en mi mano esta jornada,
    y bajemos una vez más a las capas dormidas
    en que tu mano como una tenaza
    agarró el oro vivo que quería volar
    aún más profundo, aún más abajo, aún.

    Y allí con unas flores
    las mujeres de allí, las chilenas de arriba,
    las minerales hijas de la mina,
    un ramo entre mis manos, unas flores
    de Punitaqui, unas rojas flores,
    geranios, flores pobres
    de aquella tierra dura,
    depositaron en mis manos como
    si hubieran sido halladas en la mina más honda,
    si aquellas flores hijas de agua roja
    volvieran desde el fondo sepultado del hombre.

    Tomé sus manos y sus flores, tierra
    despedazada y mineral, perfume
    de pétalos profundos y dolores.
    Supe al mirarlas de dónde vinieron
    hasta la soledad dura del oro,
    me mostraron como gotas de sangre
    las vidas derramadas.

    Eran en su pobreza
    la fortaleza florecida, el ramo
    de la ternura y su metal remoto.

    Flores de Punitaqui, arterias, vidas, junto
    a mi cama, en la noche, vuestro aroma
    se levanta y me guía por los más subterráneos
    corredores del duelo,
    por la altura picada, por la nieve, y aun
    por las raíces donde sólo las lágrimas
    alcanzan.

    Flores, flores de altura,
    flores de mina y piedra, flores
    de Punitaqui, hijas
    del amargo subsuelo: en mí, nunca olvidadas,
    quedasteis vivas, construyendo
    la pureza inmortal, una corola
    de piedra que no muere.




    Pablo Neruda, Las flores de Punitaqui. Poemas del Alma

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  2. Excelentes estos dos poemas de los dos poetas del alma.

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